La estructura confirma la relevancia de un enclave que debía servir para controlar el territorio, donde ya se explotaba el oro antes de los romanos

El grupo de arqueólogos que investiga el castro de Alava, en Salas, bajo la dirección científica de Miguel Ángel de Blas y Ángel Villa y liderado sobre el terreno por Rubén Montes, ha excavado una muralla monumental que cerraba el recinto, datable en la segunda Edad del Hierro, en concreto entre los siglos IV y II antes de nuestra era. Un hallazgo que confirma la relevancia de este enclave, cuya una posición estratégica permitía a sus pobladores controlar un amplio territorio y las vías de comunicación, claves en una zona en la que se cree que podía haber una incipiente minería del oro.

La de este verano es la segunda campaña de excavaciones en el castro de Alava, una intervención incluida dentro del proyecto “Beriso”, que estudia el patrimonio arqueológico de la comarca salense relacionado con la actividad minera durante la protohistoria y la época romana. En esta línea de investigación, los arqueólogos estudian tanto los castros que podrían estar vinculados a explotaciones mineras (como podía ser Pena Aguda) como los que servían para la gestión del territorio y el control de las vías de comunicación, como sería el caso de Alava.

En la primera campaña en el castro salense, el verano del año pasado, se recuperaron diversos materiales que permitieron datar la ocupación del enclave entre los siglos III y II antes de nuestra era, en un momento previo a la ocupación romana de Asturias. Para esta segunda campaña, el objetivo de los investigadores era estudiar los fosos y los taludes que marcan las divisiones de las terrazas del asentamiento, al menos cuatro, en la zona occidental del promontorio en el que se localiza el castro. Y fue en uno de estos taludes donde se exhumó la muralla, que circunda todo el castro.

“Es una muralla monumental, muy bien trabajada. No se puede asegurar que tuviera una función defensiva: probablemente fuese un factor de prestigio del castro”, reflexiona Montes, quien destaca la buena factura de la estructura. Hasta el momento, los arqueólogos han excavado más de un metro de muralla, sin haber alcanzado aún la base.

La morfología de la ladera, en la que se aprecian vestigios de distintas laderas, invita a pensar que bajo este anillo de muralla podría haber otro, con una hilera de viviendas entre ellos. Una posibilidad que los investigadores quieren explorar en futuras campañas de excavación en la zona.

Además de la muralla, el equipo que dirige Montes ha excavado los fosos dispuestos en la zona septentrional, la más accesible del promontorio, con más de dos metros de profundidad y que compondrían un complejo sistema defensivo, y ha recuperado, de los sedimentos, restos de materiales metalúrgicos, entre otros.

El hallazgo de la muralla apunta a que el castro de Alava era un enclave de cierta importancia en la zona, probablemente por su ubicación estratégica. “Desde aquí se controlaba un buen tramo del río Narcea, incluyendo su confluencia con el Pigüeña, y zonas fértiles”, sostiene Montes.

Además del castro de Alava, en el marco del proyecto Beriso –promovido por la Fundación Valdés- Salas y patrocinado la Fundación Banco Sabadell, Orovalle y la cooperativa forestal La Salense, y que cuenta además con la colaboración de la Universidad de Oviedo y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)–, se excavó, en 2017, el castro de Pena Aguda, en Boinás (Belmonte de Miranda).

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Alava (Salas), Franco TORRE (La Nueva España)

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