Mari Luz Cristóbal Caunedo (30 de julio de 1948, Máñoles, Tinéu.) es sin duda una de las figuras más reconocidas de la historia reciente de la música asturiana y una de las pioneras en la actual revitalización de la Misa de gaita en Asturias. Especializada en uno de los géneros vocales más representativos de nuestra tradición musical –la asturianada–, el análisis de su trayectoria reviste interés para el estudio de los procesos de cambio vividos en la escena de la tonada a lo largo de los últimos tiempos.

El gusto por la música ha acompañado a Mari Luz ya desde niña, especialmente en relación a la voz. Reconoce las primeras influencias musicales en su madre, Isolina Caunedo, y en su tío, Manolo Caunedo, quienes eran muy buenos cantando vaqueiradas y flamenco. De aquellos tiempos recuerda con especial afecto las fiestas de La Espina y de Cueva, a las que solían acudir músicos ambulantes, generalmente ciegos, con coplas que ella compraba siempre que podía. Junto a ello, las danzas en corro, en las que participaba con el resto de niños y niñas, entonando coplas improvisadas «para el careo», las cuales, asegura, se le daban muy bien[1].

Entre los 10 y los 15 años la de Máñoles pasó a vivir en Cueva (Salas), donde tuvo sus primeros contactos con la Misa de gaita de la mano del cantor Pepe Piculín, quien solía intervenir acompañado por El Gaiterín de la Veiga en las misas oficiadas por el sacerdote Don José. De esta primeras vivencias con la Misa de gaita mantiene un recuerdo especial, pues no la volvería a escuchar hasta muchos años más tarde, siendo esta remembranza, precisamente, uno de los principales motivos que la llevaron a desarrollar la inquietud por mantenerla viva.

Con su traslado a Xixón, a partir de los quince años comenzó a interesarse por la canción asturiana que escuchaba en la radio. Tras un primer periodo de aprendizaje autodidacta –tal y como era costumbre entre los/as cantantes de asturianada–, en el tránsito de los setenta a los ochenta llevó a cabo sus primeras participaciones en concursos. Así pues, los éxitos no se hicieron esperar. Desde 1981, año en que se alzó con el primer puesto en el Concurso de Canción Asturiana «San Pedro» de La Felguera, «La Caunedo» fue campeona en multitud de certámenes –como el Concurso de Canción Asturiana de El Comercio, el de La Voz de Avilés, el Ciudad de Oviedo, el de La Nueva o el de Amieva, entre otros muchos– y recibió importantes reconocimientos –como el Memorial Silvino Argüelles, el Distintivu a la Investigación Folklórica «Fini Suárez» o el Urogallo de Bronce del Centro Asturiano de Madrid–.

De su extensa producción discográfica, una mención a parte la merece su trabajo Onde la ñublina posa (2001), uno de los más influyentes en la historia reciente de las músicas de matriz rural en Asturias. Sobre el contenido y recepción de este disco, cabe destacar la subversión de algunas ideas que habían sido centrales en el canon de la asturianada durante buena parte del siglo xx: cuestiones relativas al repertorio, a las formas de acompañar la voz, a las características de las letras, a los roles de género, a la interpretación, al papel de los concursos, etc. También fruto de esta publicación surgieron importantes debates en torno a la llamada «renovación de la asturianada». Por otro lado, comprometida con la visibilización y crítica de las asimetrías asociadas a la condición femenina, Mari Luz fue también una de las figuras más destacadas del Colectivu Etnográficu Muyeres, desde su fundación en 1993 hasta 2015, con quien colaboró en la publicación de cuatro discos y en la representación de los espectáculos Keltikhé. Cantata para celtas y orquesta (2004) e Inda Suenen (2011). Asimismo, en 1998 participó en la grabación del exitoso Tierra de nadie, del gaitero José Ángel Hevia, con quien realizó importantes giras, las cuales, junto a los éxitos alcanzados en diversas ocasiones en el Festival Interceltique de Lorient, le hicieron adquirir una dimensión internacional como ningún otro cantor o cantora de su generación.

Llorián y Mari Luz

Llorián García Flórez y Mari Luz Cristóbal Caunedo

Volviendo a lo sacro: tras aquellos primeros recuerdos de Pepe Piculín, Mari Luz no volvió a tener contacto con la Misa de Gaita. Fue a finales de los ochenta, al tener noticia de que el cantor de asturianada Tonín de Nembra solía interpretarlas por el concejo de Ayer, cuando las Misas escuchadas en Cueva volvieron, cual ritornello, a cobrar importancia en la memoria de Mari Luz Cristóbal Caunedo. Estudiadas las versiones de la cantora «Chucha de Nembra» y del propio Tonín –quien falleciera poco tiempo después–, la de Máñoles siguió indagando en torno al tema con el fin de aprender a cantarla. Una de las personas clave en este proceso fue José Antonio García Suárez «El Gaiteru Veriña» (1928-2006), quien ya acompañaba habitualmente a Mari Luz en muchas de sus actuaciones y que de joven, al igual que ella, también recordaba haber escuchado –e incluso tocado– la Misa de Gaita. El apoyo del Gaiteru Veriña fue decisivo, no solo por encargarse del acompañamiento de la gaita, sino porque la recopilación de los materiales necesarios se realizó en buena medida a través de su red de contactos.

El proceso de preparación del repertorio resultó relativamente complejo, tanto por la ya citada búsqueda de fuentes como por los entrenamientos necesarios para afrontar las particularidades técnicas de la Misa. Así y todo, el entusiasmo y las ganas de revivir aquella memoria sonora de su infancia en Cueva fueron para Mari Luz motivos más que suficientes para superar de todas las dificultades. La primer persona con la que contactaron para la compilación de los materiales fue el salense Arturo Fernández «El cantor», conocido de Veriña, quien les facilitó una grabación interpretada por él mismo que les sirvió de gran ayuda. Poco tiempo después, Don Manuel, párroco de Llorgozana (Carreño), los ayudó con la transcripción de la letra de las diferentes partes de la Misa. Por su parte, el párroco de Santo Tomás de Canterbury (Avilés), Don Rodrigo, les facilitó unas transcripciones amén de algunos consejos, especialmente en relación al Gloria, una de las partes que, según la propia Mari Luz, más esfuerzos les costó preparar.

Tras aproximadamente un año de ensayos, Mari Luz Cristóbal Caunedo y El Gaiteru Veriña estrenaron su versión de la Misa de gaita el día 8 de diciembre de 1991 en la Iglesia de Llorgozana. La recepción de esta primera experiencia fue a su juicio muy positiva y las actuaciones se sucedieron en cantidad por las parroquias de buena parte de los concejos de la zona centro-costera de Asturias (Avilés, Castrillón, Carreño, Illas, Siero, Villaviciosa, Xixón), si bien tampoco faltaron las realizadas otros lugares del centro (Llanera, Piloña, Uviéu), del oriente (Ribeseya, Peñamellera Baxa) y occidente (Salas). Poco tiempo después, el médico y promotor cultural Lisardo Lombardía, por aquel entonces al cargo de la discográfica Fono Astur, especializada en música folk/celta y tradicional, se interesó por lo peculiar de la Misa de gaita y les propuso a Mari Luz y Veriña la realización de una grabación de la misma. La elaboración de este importante disco tuvo lugar en 1998, momento en el que se unió Pedro Pangua al tambor, quien continuó colaborando con ellos en otras muchas ocasiones.

En cuanto al contexto, desde aquel «estreno» de 1991, la mayoría de las Misas en las que participó Mari Luz –más de ochenta– tuvieron lugar con ocasión de la celebración de fiestas patronales, generalmente financiadas por las propias comisiones de fiestas. Si bien es cierto que tampoco faltaron casos de participación en liturgias ligadas a otro tipo de celebraciones o conmemoraciones –comuniones, bodas, funerales o cabos de año– de carácter estrictamente religioso, además de otras en las que la conciencia revitalizadora y/o patrimonial juegan también un papel importante, caso de la actuación realizada en el Festival Interceltique de Lorient (2003), de la Romería de San Pedro del Museo Pueblo de Asturias (2010 y 2011) o de las actividades llevadas a cabo en el seno del Taller Lolo Cornellana de la Fundación Valdés-Salas (desde 2013).

Por último, en lo musical, Mari Luz cuenta con un inconfundible modo de cantar que, a día de hoy, puede decirse que ha creado escuela. Por un lado, la manera en que se sirve de las vocalizaciones y giros más característicos de la asturianada resulta original y llamativa. Sin embargo, a poco que se escuche con cierta atención, uno no dejará de identificar, como si de un mensaje secreto se tratase –en el fraseo, en la colocación de la voz, en el repertorio, en el modo de ornamentar…– la estela oculta de toda una genealogía de mujeres cantadoras que, como Obdulia Álvarez «La Busdonga», Socorro Noriega, Diamantina Rodríguez, han marcado el devenir de este género durante buena parte del siglo xx. Siempre preocupada por la búsqueda de la perfección y el empaste con la gaita, el modo con el que Mari Luz se suele acercar a la Misa está, además, marcado por la búsqueda de la sobriedad. Una sobriedad que, desde lo idiomático de la asturianada, tiende a prescindir del exceso de ornamento, situando la voz de lo asturiano en un espacio liminal que, como a menudo señala el profesor Ángel Medina, «suena gregoriano» para quien lo escucha desde la tonada y «profundamente asturiano» para quien hace desde el propio canto llano.

 

[1] Entrevista realizada a Mari Luz Cristóbal Caunedo. 3 de agosto de 2015, Caldones (Xixón).