El dolmen de la Cobertoria fue construido siguiendo un diseño arquitectónico que, aunque es más común en otros territorios ibéricos o europeos, resulta relativamente escaso en Asturias o en el Cantábrico: los dólmenes de corredor.

Dos partes bien diferenciadas definen este modelo: una cámara que habría servido como lugar preferente para la colocación de las personas enterradas, espacio funerario al que se accedería por un pasillo de entrada que, dentro de los estudios de megalitismo, recibe el nombre de corredor.

La Cobertoria además nos está mostrando que, durante al menos quinientos años, el túmulo fue objeto de constantes reedificaciones. El deseo de remodelación, tras varias generaciones de uso, de estas tumbas es apreciable en el noroeste hispano en un cada vez mayor número de ejemplos gracias a trabajos de mantenimiento, modificación o reutilización apreciables en el registro arqueológico. Quizás el atrevimiento para trastocar un espacio de larga raigambre en el imaginario de estas comunidades viene determinado por el propio paso del tiempo, que siempre trae nuevas ideas, ritos o ceremonias ante los que estas sociedades no permanecieron impasibles y que forzarían modificaciones de distinta índole en las tumbas. Es lo que se ha llamado la larga biografía de los megalitos, característica bien palpable en la Cobertoria salense, así como en otros casos gallegos ya investigados como Dombate, Forno dos Mouros o Monte da Romea.

Hasta el momento en la Cobertoria hemos diferenciado cuatro fases: al menos tres momentos distintos durante la Prehistoria que tendrán lugar entre el año 4.000 y el 3.500 antes de Cristo, más una serie de acercamientos en tiempos históricos, en fechas que podrían oscilar entre los siglos XVIII y XX d. C.