fecha: 3500 antes de cristo
Sobre los dos monumentos previos vino a colocarse una tercera arquitectura que, de forma clara, volvió a alterar todo aquello construido anteriormente: especialmente la zona central donde se ubicó la cámara dolménica de algo más de cinco metros cuadrados. Precisamente las dimensiones de esa zona ya denotan la importancia del lugar, al tratarse de una de las de mayor amplitud, junto con la de Santa Cruz (Cangas de Onís), de las que hasta el momento conocemos en la región.
La altura y peso de los seis monolitos de cuarcita que formaron la cámara vienen a refrendar el esfuerzo desarrollado que no se limita al nicho central: el corredor tiene tres piedras más de menor porte, pero de considerable peso, a los que se suman dos monolitos localizados en las proximidades del acceso y que, en algún momento, posiblemente ejercieron de cubrición de la entrada. La zona central del enterramiento estaría sellada en su zona superior por una laja cobertera que se suma al conjutn, desafortunadamente, fue partida a mediados del siglo XX quedando enterrada en medio de la cámara.
La fortuna permitió que el acceso a la cámara, descubierto en 2017, no fuese perturbado por ninguno de los saqueos que afectaron a la gran mayoría de los túmulos prehistóricos del noroeste hispano durante los últimos trescientos años. Así, de los dos únicos dólmenes de corredor existentes en la actualidad en nuestra región, la Cobertoria de Salas es el único que presenta datos estratigráficos y dataciones absolutas acerca de sus momentos de uso. Además, la entrada aún conserva (al menos) un metro ochenta de longitud lo que la convierte en el corredor dolménico de mayores dimensiones de los identificados en Asturias, al superar con holgura el del dolmen de la sierra de Pumarín. Durante sus momentos de uso el acceso es evidente que no permitió nunca un paso cómodo hasta el interior, y sería algo más parecido a un túnel subterráneo o gatera. Solo la cámara funeraria, por sus dimensiones, permitiría estar de pie en el interior. A pesar de la clara dedicación funeraria de estas arquitecturas, ni zona central ni entrada conservan restos esqueléticos como ocurre en muchos otros dólmenes de la Meseta, Levante o Sur peninsular. La carencia de restos se explica por la acidez del suelo asturiano que deshace cualquier evidencia forense de cadáveres, un fenómeno que se agrava por el paso del tiempo: no debemos que olvidar que las personas fueron enterradas allí hace ya 5.500 años.

La construcción de la última fase supuso otras modificaciones del megalito: para empezar, el volumen arquitectónico del dolmen exigía una masa tumular a su alrededor acorde a la altura y tamaño de los monolitos. Así el túmulo de la fase III de la Cobertoria alcanzará dieciocho metros de diámetro rozando los dos metros de altura en la cruz central, lo que sin duda favoreció un cómodo desplazamiento de las planchas de cuarcita que conforman el dolmen durante la construcción, facilitando además el sellado seguramente completo de todo el espacio central durante la fase de uso.

Por último, una coraza de piedras de unos dos metros de anchura delimitó el borde externo del túmulo, y bien podría haber separado el terreno funerario del entorno.
Los restos de madera quemada recuperados en el acceso a la cámara han sido analizados y nos indican que esa entrada estuvo funcionando, aproximadamente, a mediados del IV milenio antes de Cristo (3500 a. C.). Una fecha acorde con la fase más madura del megalitismo regional donde, cada vez más, la Cobertoria parece despuntar como una de las muestras más claras del esplendor megalítico.