Ángel Medina.

El viernes, 9 de mayo de 2014, se celebró una misa aplicada por el alma de Juan Manuel Menéndez González en la iglesia de San Juan Bautista del Monasterio de San Salvador de Cornellana. No tendría nada de particular si no fuese porque estamos hablando de Lolo. O de Lolín, como le decían los más cercanos, un hombre tan querido en vida como recordado tras su muerte. Se había cumplido días atrás el tercer aniversario de su prematuro fallecimiento y la familia, como en años anteriores, le pidió a don Ceferino —párroco siempre cercano y buen amigo de Lolo— que oficiase una misa en su recuerdo. Una Misa de gaita, para ser más exactos.

Es sabido que Lolo fue, entre otras cosas, un excelente cantor de la Misa de gaita. Y lo fue durante más de tres décadas y en un contexto en el que esta hermosa liturgia popular —una joya del patrimonio asturiano— no gozaba del reconocimiento que desde 2013 ha empezado a tener. Tan notable, dicho sea de paso, que el Gobierno del Principado la está promoviendo a la categoría de Bien de Interés Cultural. ¡Cuánto le hubiera gustado a Lolo haber vivido esta revaluación de su amada Misa de gaita!

Y es ahora cuando entra en juego otra veta de la historia. En enero de 2013 se presentó nuestro libro La Misa de gaita. Hibridaciones sacroasturianas en el Paraninfo de la Universidad. En este acto el catedrático Joaquín Lorences —vicepresidente ejecutivo de la Fundación Valdés Salas y máximo impulsor de dicha investigación— anunció que se crearía un taller dedicado a la enseñanza de la Misa de gaita y que se llamaría “Taller Lolo Cornellana de la Misa de Gaita”. Así se hizo. La primera sesión del Taller tuvo lugar en septiembre de 2013, en la capilla del Palacio Valdés-Salas (Salas). Las siguientes, hasta siete, en la Capilla de la Universidad de Oviedo. Dato notable: el número de participantes en el Taller fue creciendo a medida que pasaba el tiempo. La chispa había prendido y personas de todas las edades y de muy diversas zonas de Asturias, procedentes del mundo coral o simples aficionados, empezaron a preparar la Misa de gaita bajo la sabia mano musical del maestro Joaquín Valdeón (Director del Coro Universitario) y la cuidada organización del Aula Valdés Salas de la Universidad, cuyo responsable es el profesor Isidro Sánchez.

Retornamos a Cornellana. A las 5 de la tarde, una hora antes de la misa, ya estaban en la iglesia los cantores y cantoras del Taller. Don Ceferino departía amigablemente con los que iban llegando y nos enseñó la llamativa acústica de cierto punto cercano a la puerta. Lo comprobamos con tres o cuatro pasajes gregorianos que surgieron espontáneamente, como si el lugar lo pidiese. Ya arriba, en el coro —en ese espacio aéreo, que quiere como despegarse del suelo para asentarse en territorios celestes— los cantores tuvieron tiempo para repasar, sobre todo el “Gloria”, siempre complejo por su inestabilidad tonal. Valdeón hizo las correspondientes comprobaciones acústicas desde la nave del templo. Todo marchaba según lo previsto. Dos jóvenes gaiteros pidieron permiso para subir al coro, pues estaban interesados en aprender la misa y conocerla de cerca.

14175092701_7e0f5ac989_zA todo esto se había podido disponer de un órgano, a cuyo frente se puso Manuel Ovín, amigo del alma de Lolo y persona de reconocida trayectoria en el mundo coral asturiano. Comienza la misa, con muchos fieles y amigos de la familia en el templo. Suena el órgano acompañando la procesión de entrada. Se puede decir que Lolo estaba ese 9 de mayo entre nosotros de muchas maneras y fue don Ceferino quien lo verbalizó, partiendo en su monitorio de unas palabras de San Pablo, al recordar cómo aquél había sabido mantener una tradición heredada de sus mayores y, de ese modo, dejarnos las suficientes enseñanzas, documentos sonoros y recuerdos para que quienes le hemos sobrevivido no nos olvidemos de tan singular legado.

Instantes después, el gaitero Xaime Menéndez toca los preceptivos floreos y el Coro del Taller arranca con los kyries. Y lo hace seguro, poderoso, convencido, pero sin olvidarse de traslucir ese sentimiento casi melancólico que se deduce del bello pasaje mixolidio que recorre buena parte de la misa. Al fin y al cabo se está pidiendo piedad. Magníficas, por otra parte, las secciones octavadas. La fragorosa gaita ya no reina como señora absoluta en la sonoridad final resultante porque los cantores han sabido situar su voz y hacer su trabajo para conformar con el instrumento la peculiar textura heterofónica de la misa, otro detalle patrimonial de primera importancia.

Don Ceferino entona el “Gloria in excelsis Deo” y lo hace (a capella, como corresponde) siguiendo la tradición melódica salense, que pocos sacerdotes conocen actualmente. El coro y el gaitero prosiguen con el “Et in terra…”, iniciándose después un diálogo alternante con el solista, precisamente Pepe´l Molín, actual mantenedor de la tradición de la misa en esta zona y compañero de fatigas de Lolo en esta dedicación desde los años 70 del pasado siglo. Pepe dio un toque étnico muy natural y, por cantar en solitario, pudo incluir los fluidos adornos que son consustanciales a este repertorio.

13991752240_f68737696d_zYa se sabe que la Misa de gaita es una liturgia que cuenta con varios siglos de antigüedad, pero ello no implica que sea una pieza arqueológica. Está viva y, por supuesto, se desarrolla de acuerdo con las normas conciliares, como es lógico. Por eso en la comunión se entonó el popular y participativo cántico eucarístico “Alabado sea el Santísimo”, lo mismo que antes se había cantado un salmo responsorial igualmente en castellano. No faltó un guiño a Lolo con el arreglo para órgano de “Señor San Juan” que se escuchó durante la presentación de las ofrendas en lugar del acostumbrado entemediu de gaita.

El “Sanctus”, un poco más movido por su propio significado de júbilo, se hizo a la vieja usanza, o sea, separado del “Benedictus”. Éste, a su vez, se cantó sin solución de continuidad tras el “Asturias, patria querida”, que sonó durante la Consagración. La interpretación del himno con gaita y órgano era un rasgo distintivo del círculo de Lolo de muchos años atrás y nos hizo recordar al gran gaitero Manolo Quirós y a otros cantores activos en esos años por tierras del concejo de Salas. Y llegamos al final. Se retoma un tempo más solemne para el “Agnus Dei” y Xaime toca la “Marcha del Tao” como pieza para la salida.

Don Ceferino no quiso dejar de despedirse felicitando muy sentidamente al Coro del Taller. Y quizá, como él mismo explicó, la mejor muestra de su aprobación fue que se había sumado a los cánticos desde el altar, simplemente porque se reconocía en esa tradición. No en vano lleva en esta zona casi un cuarto de siglo y supo dar ejemplo de lo dicho al comienzo de la eucaristía: primero, encontrarse con una misa popular que era un legado de los mayores y, segundo, conocer y proteger ese legado hasta el día de hoy para que llegue sano y salvo al día de mañana.

No quiero cerrar esta crónica sin una felicitación a los miembros del Taller, a todos los que cantaron el 9 de mayo y a los que no han podido estar en Cornellana ese día. Mas para evitar omisiones involuntarias sólo citaremos con su nombre a dos de sus componentes. Se trata de dos mujeres en quienes pueden verse representados todos los demás cantores y todos cuantos han tenido y tienen algo que ver en nuestra admirada Misa de gaita. Me refiero a Aurora Alba, la viuda de Lolo, que se mostraba muy satisfecha por el modo en que lo habíamos recordado entre todos. Y a Nuria, su hija, que por herencia genética y hasta por su propia simpatía nos dice que Lolo aún sigue entre nosotros. Ellas y todos cuantos las acompañamos en este día certificamos una vez más hasta qué punto el cantor de Cornellana sigue despertando el amor sin límite de los suyos y el cariño sin fisuras de sus amigos.

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