Desconozco si antes de los años treinta del pasado s. XX, se cantaba o no la Misa de Gaita en la parroquia de Bárcena del Monasterio.

Los hechos y personas que aparecen a continuación, corresponden a los recuerdos y vivencias de las que dan testimonio Trinidad Gómez García, mi madre, y mi tía Enedina-Catalina (Pitusa) por haber participado, bien directamente cantando la Misa de Ángeles, bien presenciando cómo se cantaba la Misa de Gaita.

Mi madre nació en 1931, y recuerda que cuando ella era niña (década por tanto, de los años 30), su padre, Ramón de la Caera de Folgueras de Cornás, (mi abuelo), con Xuaco el de Olleros, Cachero de Luciernas y Ramón de El Pingo de San Vicente, cantaban en Bárcena del Monasterio, la Misa de Gaita.

La cantaban según les permitían sus obligaciones, o se presentaban ocasiones, especialmente en las fiestas, pero no ensayaban juntos ni nada por el estilo; si estaban los cuatro cantaban todos; si no, uno o dos. Se acompañaban de bandoneón, que lo tocaba Serapio de San Pedro y también de acordeón-piano, que lo tocaba Rosendo de San Fructuoso (San Frichoso). Otro señor, Mero Carol de Orderias cantaba esa misma misa en San Frichoso.

Mi abuelo, había aprendido la Misa de Gaita cuando tenía ocho o diez años, porque pensando en su formación, sus padres le habían mandado a vivir con un tío suyo que era el párroco de El Pozón y vivía en Mirallo-Gera (Tineo). Cantaba también misas funerarias en casi todos los entierros de la zona (hay que pensar que estamos hablando de un radio de acción máximo 15 km, claro, y los desplazamientos eran a pie o a caballo).

Como anécdota, tengo que decir que, mi abuelo, todas las noches, sobre las cuatro o cinco de la madrugada, mientras dormía y sin despertarse, cantaba una “asturianada” (tonada). Él había emigrado a Cuba en los años veinte y yo siempre pensé que, cantar mientras dormía, podía haber sido la “fórmula mágica y magistral”, que su subconsciente había encontrado para luchar contra la nostalgia de Asturias, allá en la lejana Habana.

Aquel “mini concierto” permanece como un recuerdo imborrable de mis fines de semana en Folgueras, ya que se oía en toda la casa y, por supuesto, lo recordamos todos sus hijos y nietos , con una mezcla de orgullo, admiración y cariño, por lo que de especial tenía, el hecho de despertar por la noche y escuchar, aleatoriamente, una de los temas de su particular repertorio, durante dos o tres minutos… , y seguir durmiendo.

Mi madre, Trini, con dos de sus hermanos, Celia y Ramonín (de Casa la Caera), y una vecina también de Folgueras de Cornás, Lidia de Casa Fernando, empezaron a cantar la Misa de Angeles, hacia los años 1942- 1943, porque se la enseñó un maestro que había venido de León, D. Francisco Peláez que había estado “estudiando para cura”, y, al abandonar el Seminario ejerció la profesión de maestro en Folgueras.

Francisco les ensayaba en casa de mi madre y luego cantaba la Misa de Angeles con ellos en distintas fiestas de los pueblos de alrededor: Sabadell, Borres, Campiello… (Folgueras de Cornás, queda a unos cuatro km de Bárcena del Monasterio y estos pueblos están alrededor también en distintas direcciones). Cantaban también la Salve y el Introito de la Misa de Ángeles.

Mi madre se casó en 1951 y se marchó a vivir a Tineo, dice que a partir de ese año no recuerda que se siguiera cantando la Misa de Gaita.

Hasta finales de los años 50, mi abuelo Ramón de la Caera y otros dos hermanos de mi madre, Pitusa y Ramonín, con Pepe de Casa Luzdivina, otro vecino también de Folgueras de Cornás, ensayaban en casa de mi abuelo con el cura de Bárcena D. Francisco Andina Reigada para cantar la Misa de Ángeles, según recuerda Pitusa. Cantaban solo en algunas fiestas ( San Tirso en Cornás, S. Ándrés , Bárcena). Recuerda mi tía que en Lantero, el pueblo que queda enfrente de San Andrés, al otro lado del río, escuchaban también la misa cuando la cantaban en San Andrés.

A partir de, aproximadamente, 1960, no recuerdan que se siguieran cantando, ni la Misa de Ángeles, ni la de Gaita. Seguramente las nuevas corrientes renovadoras del Concilio Vaticano II en la Iglesia, o la falta de personas que pudieran continuar, hicieron que se abandonara la costumbre, aunque permaneciera en la memoria de los habitantes de la zona.

Salas 8 de febrero de 2016

Foto de portada: Miembros del Taller Lolo Cornellana. Enedina, a la izquierda.